

Contenedor amarillo: mucho más que “el de los plásticos”
6 agosto 2025
En la cadena del reciclaje, siempre hay un contenedor que queda como la última opción. Ese contenedor es el gris, el que utilizamos para depositar todo aquello que no tiene una vía clara de reciclaje, bien porque no existen tecnologías eficaces para recuperarlo, bien porque llega mezclado, sucio o en mal estado.
Aunque a veces se le llama «contenedor de resto», no hay que confundirlo con “vale todo”. De hecho, uno de los errores más comunes es pensar que aquí se puede tirar cualquier cosa. Pero no es así. Existen residuos que tienen su propio tratamiento especializado y que no deberían acabar aquí, como pilas, aceites, bombillas o ropa usada. Sin embargo, este contenedor sí está pensado para absorber buena parte de los residuos que generamos en el día a día y que, por su composición, no pueden reaprovecharse.
Hablamos, por ejemplo, de materiales compuestos que no se pueden separar fácilmente, objetos manchados con restos orgánicos, elementos higiénicos, cartones contaminados por grasas o residuos que simplemente no tienen encaje en el resto de contenedores. Todo eso acaba aquí.
En el CTRUZ, este es uno de los tres tipos de residuos que recibimos a diario. Y aunque el objetivo es reducir al máximo su uso, sigue siendo necesario para mantener limpio y eficiente el sistema de reciclaje. Por eso es importante que utilicemos este contenedor con criterio, sabiendo que no es para todo, y sobre todo, evitando que residuos reciclables terminen aquí por error.
Separar bien en casa no solo mejora el reciclaje, también reduce la cantidad de residuos que acaban en esta fracción no valorizable. Cuanto más minimicemos lo que va al contenedor gris, más circular será nuestro consumo.
Porque reciclar bien también es saber cuándo algo ya no se puede reciclar.