

¿Sabías que el uso del papel de aluminio en los hogares se generalizó después de la II Guerra Mundial?
2 mayo 2025
En realidad, inicia un viaje muy interesante, que casi nadie ve, pero que marca la diferencia en cómo cuidamos el medio ambiente. Ese viaje tiene una parada clave: el CTRUZ, el Complejo para el Tratamiento de Residuos Urbanos de Zaragoza.
En este complejo, que funciona como el “cerebro” del reciclaje en la ciudad, se reciben y procesan cada semana miles de toneladas de residuos procedentes de los contenedores gris, amarillo y marrón. Y no, no se mezclan. Cada tipo de residuo tiene su propio camino y su propia historia.
Por ejemplo, los restos orgánicos que separamos en el contenedor marrón se transforman en algo más que basura. Tras un proceso sin oxígeno llamado biometanización, se genera biogás, un gas rico en metano. ¿Y para qué sirve? Se utiliza como combustible en cuatro motores de cogeneración, que producen electricidad y energía térmica. La térmica se aprovecha para mantener caliente el sistema, y la electricidad… para alimentar parte del propio complejo y enviar el excedente a la red general.
Mientras tanto, los residuos del contenedor amarillo (envases) pasan por distintas fases de separación: cintas, separadores ópticos, imanes… Todo para recuperar plásticos, metales o bricks, que se agrupan en bloques y se envían a empresas recicladoras.
Incluso el contenido del contenedor gris, el más complicado, se analiza para recuperar lo que aún puede aprovecharse y reducir al mínimo lo que acaba en vertedero.
Todo eso ocurre aquí, en Zaragoza, cada día. Y aunque no lo veas, está en marcha para que nuestras decisiones en casa —como separar bien los residuos— tengan sentido.
Separar no es un gesto aislado. Es el primer paso de una cadena que acaba en energía, nuevos materiales y un planeta un poco más limpio.